Save the Waves luchó su primer batalla a principios de 2001 en la isla de Madeira, cuando el gobierno propuso la construcción de un gran puerto deportivo en la localidad de Lugar de Baixo, directamente en la parte superior de una perfecta ola de derecha. E·l fotógrafo y periodista Will Henry, un surfista de California y frecuente visitante de la isla, se enteró del proyecto de marina a través de sus amigos durante su viaje anual a la isla. Durante su visita ese año fue testigo de las primeras etapas del proyecto, como tractores y grúas construyendo apresuradamente un dique a lo largo de la costa en el "pico". La ola fue alterada por los movimientos de tierras. Los surfistas locales creían que no quedaban esperanzas de salvar su ola. En la isla entera había sólo entre 30 y 40 surfistas en ese momento, la mayoría de los cuales eran menores de veinte, y pese a la creciente fama de la isla en el mundo del surf, eran pocas las posibilidades de ganar una lucha contra un gobierno que a menudo ostenta demasiado poder.
Save the Waves, por lo tanto, se formó en Coalición. Henry regresó a los EE.UU. y formaron una organización que reunió a numerosos grupos ecologistas, formando una alianza y empezando una campaña que ha dado lugar a un enorme revuelo entre los surfistas de todo el mundo. Al final, el gobierno de Madeira cedió, y se trasladó la marina a otro lado de la bahía. La ola de Lugar de Baixo se salvó de la destrucción final.
Desde entonces, la organización Save the Waves ha participado en batallas similares en muchos otros lugares del mundo. Muy pronto la organización se percató de que los problemas que amenazan la práctica del surf no son exclusivos de Madeira, sino que pasa en muchos otros países donde no existen entidades que representan los derechos de sus surfistas. La incipiente organización formó una Junta de Directores y, dirigido por Henry, lidia con empresas y gobiernos que se niegan a reconocer el inmenso valor de unas olas de calidad. Ellos identificaron la causa profunda del problema: los surf spots comunmente no son vistos como bienes valiosos, y los surfistas siguen sufriendo de la reputación de turista de 'clase B'.
Este malentendido generalizado de este deporte y su fuerza económica mundial se han convertido en el reto más grande de la organización: demostrar que las olas son a menudo más valiosas que los proyectos que las ponen en peligro, y que son un recurso irremplazable que debe preservarse a toda costa.
Para una lista completa de la actualidad de las olas en peligro de extinción, así como para denunciar alguna ola en peligro, visita la página www.savethewaves.org
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